TESTIMONIO

Recordamos nuestra edad escolar como un período especial: compañeros de curso con sus particulares características que se transforman en amigos a través de los años, experiencias vividas en grupos, salidas a algunos lugares que también son parte de nuestros recuerdos.
 
Los viajes más largos, en muchos casos, no pasan de la comuna donde vivimos.

Llega un momento en que la escuela es nuestra segunda casa y cada uno de nuestros compañeros es algo parecido a un hermano.

En esa condición vivimos soñando con recorrer lugares, conocer otras ciudades.
 
Pero no es más que eso: un sueño que se mantiene en los latidos de nuestros corazones.

Viajar tiene costos que no podemos solventar como alumnos de una escuela.

Y sin embargo hay algo que nos hace mantener vivos esos sueños.

De pronto, como en un cuento mágico, se presenta la oportunidad de hacer realidad algo de eso y empezamos a creer que de tanto desearlo logramos viajar de verdad.
 
La vida es más bella cuando nos distinguen por nuestro esfuerzo y nuestros méritos.

Leer algo acerca de ciudades lejanas y que quisiéramos conocer, acercarnos, a través de fotos y de  conversaciones a sitios que sólo podemos imaginar, es el medio más usado para instalarse en museos, playas, puertos, monumentos y tantas  cosas.

Estas reflexiones nacen a partir del testimonio de un grupo de alumnos y alumnas de nuestras escuelas que se ganaron la opción de un viaje al sur de Chile, Talcahuano.

Ellos cumplen con el perfil de alumnos esforzados, buen rendimiento y de muy pocos recursos para hacer un viaje.

Les invitamos a compartir el testimonio de una alumna que formó parte del grupo que viajó con otros compañeros. Sus palabras son más elocuentes que cualquier interpretación que quisiéramos dar a lo que relata.