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12 de agosto 2018

EL PODER DEL JUEGO EN LA ESCUELA

corsaber
Es imposible hablar del ser humano sin hablar del jugar. El Hombre sólo es verdaderamente humano cuando juega. Muchos animales juegan durante su formación, pero el ser humano juega durante toda la vida.

Jugar consiste en hacer algo por el placer de hacerlo, hacerlo libremente y sin esperar nada a cambio -más que el propio placer de jugar- sólo por el reto y la alegría que procura.

Desde que nacemos, somos una fuente inagotable de actividad: mirar, tocar, manipular, curiosear, experimentar, inventar, expresar, descubrir, comunicar, soñar… en definitiva, jugar.

Jugar es una necesidad, un impulso vital, primario y gratuito, que nos empuja desde niños  a explorar el mundo, conocerlo. Jugar es una actitud existencial, una manera particular de abordar la vida que se puede aplicar a todo. Una actitud libre delante de la vida, capaz de disfrutarla, independientemente de la realidad que nos haya tocado vivir; una actitud agradecida, positiva, con sentido del humor…Sin duda, el juego es síntoma de salud.

El niño que juega es un niño sano y el adulto que juega también. Por eso el juego es reconocido como un derecho de los niños y niñas y una necesidad para los adultos.

A partir del juego  la escuela  puede plantearse el reto de comprender al niño en su propio mundo, en su creatividad; no forzándolo, o acoplándolo  al mundo de los adultos (siempre pretendemos meter al niño en nuestro mundo, “en nuestra normatividad”.) sino integrando a los adultos  al mundo del niño, a su normatividad.

Es que al juego fomenta además la integración, la socialización y empatía, la transmisión de valores, la mejora de la autoestima, el autocontrol, creatividad, el protagonismo de la diversidad, la atención, la colaboración, el encuentro.

Necesitamos pensar que lugar le damos al juego en la escuela, ¿cuáles son los escenarios lúdicos colectivos, más allá de disponer de juguetes?. Todos necesitan tomar parte de juegos y actividades que  causen placer, tales como: trepar, correr, rodar, andar, nadar, bailar, jugar con pelota, con globos,  cantar, teatralizar, participar en juegos por equipos, realizar actividades en grupo, tener aventuras. El juego brinda la posibilidad de crecer física, intelectual y emocionalmente y aprender en un ambiente donde se entrelazan la fantasía y la realidad,  liberando tensiones.  El juego es tan importante como el alimento, la protección y el amor.

Los griegos,  le daban mucha importancia al juego y entre su inmenso legado cultural nos dejaron los Juegos Olímpicos, ellos distinguían entre kronos y kairos. Kronos es el tiempo de la urgencia. Kairos, en cambio, es el tiempo de lo oportuno y, también el de la risa oportuna. Y jugar es una forma de recuperar el kairós para nuestra vida.

En esta lógica la escuela  Abraham Lincoln, ha  recuperado el juego promoviendo  experiencias lúdicas colectivas durante el año en un ambiente de alegría, involucrando a todos. También he sido invitada a vivir esta experiencia y  he participado  sumándome a la alegría de ser uno con ellos y de ser testigo de lo beneficiosa y sanadora que es la experiencia de jugar.

Más allá de esto, lo que me ha inspirado a escribir estas líneas ha sido ver el orgullo en el rostro de todos los funcionarios por sus estudiantes, al verlos  disfrutar, participar,  expresar sus emociones en un ambiente integrador  de entusiasmo y energía.

Es por eso, que invito a padres, profesores, y niños de otros establecimientos  a considerar el juego como una estrategia potente integradora e inclusiva  que invita a celebrar la vida, expresar emociones y creatividad en un ambiente de confianza y reparador.

Viva el juego!!!!

 

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