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30 de diciembre 2019

UNA CEREMONIA QUE DEJA HUELLAS TRASCENDENTES EN EL CORAZÓN DE LOS ESTUDIANTES Y SUS FAMILIAS: LA GRADUACIÓN DE EDUCACIÓN BÁSICA.
Hace algunos días tuve la oportunidad de asistir como invitada a la Ceremonia de Graduación de los Octavos años de dos de nuestros Establecimientos Municipales; el Colegio Antupillán y el Colegio Eliodoro Yáñez. En cada uno de estos establecimientos me encontré con solemnes ceremonias donde a primera vista se podían admirar los delicados y finos detalles de una verdadera gala escolar. La gala donde los estudiantes cruzan el puente que los acerca a su horizonte próximo: La Enseñanza Media.
La solemnidad de este acto, despliega lo mejor de los recursos humanos y materiales que la institución posee para lograr el efecto deseado: hacerla trascendente.
Ambas ceremonias pude degustar el uso generoso de la palabra, el arte, la cultura y los símbolos, como la ceremonia de envío, el cambio del estandarte, etc. Una ambientación pulcra y una atmosfera de calidez y camaradería saludaban a quienes asistían. La música que recibía a los estudiantes y la canción nacional ponen “el toque” al momento.
Está claro a primera vista que en la preparación de este momento los equipos directivos no dejan nada al azar, durante varias semanas se organizan y se cuidan todos los detalles para que sean casi perfectos y en ellos se involucra toda la escuela con espíritu generoso y con un trabajo colaborativo.
El desarrollo de la ceremonia nos fue introduciendo a estar en sintonía emocional y conectarnos con las emociones que en ellas se experimentaban.
Fue para mi gusto el momento más culminante: La entrega de los estudiantes a sus padres de la licencia.

Las ceremonias siguieron su curso en un itinerario pre establecido. En mi memoria afectiva guardo aún las miradas cristalinas en los ojos de los estudiantes embargados de un carrusel de emociones, y a los padres esperando ansiosamente emocionados abrazar al hijo /hija.

Fue ahí cuando se me rebeló con claridad los efectos de los afectos. Ante mis ojos por fracciones de segundos, la verdad socioemocional de los estudiantes y la salud familiar se develaban ante mí.

De la breve caminata con el Diploma en la mano hasta donde caminaba el estudiante hasta donde esperaba la familia, a veces abuelos, otros hermanos o ambos padres, cada niño o niña recorrió figurativamente su rumbo personal y único. Al empezar a moverse va acortando la distancia que le permite cruzar exitoso el puente, al final está la familia, el único punto de conexión y encuentro que lo tensiona irremediablemente hacia la responsabilidad sobre la propia vida, y enfrentarse a un primer duelo; de dejar atrás no solamente la niñez primera, sino también la primera experiencia de aprendizaje con otros.
Mientras el estudiante caminaba nervioso, con el corazón palpitante atravesado de distintas y contradictorias emociones, en un parpadeo se encuentra frente a los brazos abiertos de sus padres, y con algún criterio interno seguramente propio de su experiencia familiar, decide a cuales entregarse primero. Me sobresaltó profundamente este momento como el más trascendente de toda la ceremonia, el más significativo, casi todos los estudiantes lloraban conmovidos en este momento, así como algunos de sus padres Sin embargo la voz del fotógrafo que nos trae a la escena nuevamente mientras busca el mejor encuadre para la licencia de Octavo, perpetúa el momento con un doble clic. “Sonrían” les dice…

Luego todos vuelven a sus lugares, la ceremonia sigue su curso, pero algo nuevo había ocurrido, algo que se percibía en el clima y el ánimo de los jóvenes, una especie de paz que le dio fluidez al resto de la ceremonia. Entonces me surgió la pregunta de por qué la escuela no produce más momentos como este durante el año por el efecto pedagógico, sanador y vinculante que contiene esta experiencia en la familia y su potencialidad educativa.
La escuela con esta ceremonia no solo logra hacer memorable un momento especial en la vida de sus estudiantes como cierre de ciclo , sino también a la familia que profundamente conmovida, vivencia y atesora un momento poco experimentado en esta edad de los hijos: El placer de ser padres de un estudiante en su primer logro académico.

Sin duda esta celebración potencia la “salud familiar”, porque estimula abrazos, calidez en los gestos, profundiza silencios y pausas significativas que le aportan a generar magia al momento celebrativo, a través del homenaje, la solemnidad, las remembranzas, la belleza de la palabra, cautivando y estampando en el corazón y el alma de los niños para siempre, su paso de la enseñanza básica a la enseñanza media…

Entonces yo respiro profundo y siento que he sido parte de este milagro. A manera de hacerles saber mi alegría… les sonrío desde mi puesto.
Manifiesto mi felicitación a los directivos de estos establecimientos educacionales que han puesto todo el esfuerzo y amor para que esta ceremonia sea de calidad para sus queridos estudiantes.
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